sábado, 9 de enero de 2010
















Este año está nevando como pocas veces. En Oviedo no suele nevar y si nieva no cuaja.

Me gusta ver la nieve desde casa, calentita y contenta ante tanta belleza. No me gusta “ir a la nieve”. Y hace unos días he caído en la cuenta de porqué no me gusta: Es fruto de la esmerada educación que mi madre me procuró en la infancia.

Después de algunos inviernos sin ver trapear, estaba nevando por fin. Uno de mis hermanos y yo, los pequeños de la casa, empezamos a pedir a mi madre que nos llevara al Naranco, al monte que preside Oviedo. Se lo pedíamos, cómo no, como los niños saben demandar las cosas que realmente desean, como mandatos encubiertos en forma de súplicas insistentes que conviene obedecer a la primera.

A la primera no fue, pero acabó animándose la niña que seguía siendo, o eso parecía, y nos encaminamos al Naranco, por suerte muy cerca de nuestra casa. Íbamos con manoplas de lana, botas normales y creo que sin gorros, muy bien equipados para disfrutar el momento en plenitud. Llegamos al prado que más nos gustó y allí que nos metimos a correr, tirarnos bolas y revolcarnos a gusto pero, al cabo de muy poco tiempo, el dolor en las manos, los pies y las orejas era insoportable. Nos marchamos rápidamente y llegamos a casa aguantándonos las ganas de llorar de dolor. Cuando se empezaron a calentar las extremidades, la lección fue completa. Y las risas de mi madre nos transmitían que su alegría por cómo había ido todo también lo era.

Tengo pues que agradecerle a ella esa primera experiencia que me "vacunó" contra la nieve. Ahora, pasado el tiempo y vistos los frutos,  no sé si pensar que lo hizo conscientemente, dentro de un plan meticulosamente organizado, para evitar en el futuro una incómoda afición de sus hijos por un medio tan inhóspito y peligroso.

Bien mirado, es parecido a lo que hizo el padre de Paco cuando lo pilló fumando con sólo diez años. Fue con él a comprar cinco paquetes de tabaco, volvieron a casa rápidamente, se encerraron en el baño y le obligó a fumar sin parar hasta que vomitó varias veces. Cuando a Paco ya le parecía que lo siguiente que sucedería era su muerte por intoxicación, con dos paquetes y medio de tabaco entre pecho y espalda, su padre lo dejó irse para la cama. Paco, claro, no volvió a fumar.

6 comentarios:

Thornton dijo...

Qué bien has matizado, ir a la nieve y la nieve, que no es lo mismo. La nieve me causa mucho respeto, y he coronado seis tresmiles.
No compares a tu señora madre con el padre de Paco, le enseñaría a no fumar pero qué bruto.
Qué significa "trapear".

Thornton dijo...

P.D. Esta venus me gusta más.

Ovetdao dijo...

Hola Thornton, trapear es "caer trapos", o sea, copos de nieve grandes que se precipitan despacio, como si cayeran trapos blancos del cielo. No somos como los esquimales, con los tropecientos términos para denominar a los distintos tipos de nieve, ni falta que nos hace, ¿eh?.
Lo de coronar tresmiles pega con tu "buena vista", incluso más altura ;)

Esta venus es la mitad de la mitad de la otra... pero tampoco está mal, gracias.

Salu2

Pele Ón dijo...

Algo más jovencita que la otra ya es...
Bss nevados también por aquí.

Unknown dijo...

Lo más blanco que hay
es la primer vez
que vi nieve.

Jaime Ross.

Thornton dijo...

Venus de Ovetdao, estás invitada a pasar por el club y recomendar una película. Gracias anticipadas.